La belleza lógica de libertarismo
[La revista brasileña de filosofía Dicta & Contradicta entrevista a Hans-Hermann Hoppe, 15 de julio de 2013]
¿El cambio de una sociedad estatista a una libertaria ayudará o dificultará la producción de alta cultura?
Hoppe: Una sociedad libertaria sería significativamente más próspera y
rica y esto sin duda ayudaría tanto a la alta como a la baja cultura.
Pero una sociedad libre, una sociedad sin impuestos ni subvenciones
fiscales y sin los llamados “derechos de propiedad intelectual”,
produciría una cultura muy diferente, con una serie muy diferente de
productos, productores, estrellas y fracasos.
Usted ve una
relación causal entre la forma de gobierno de una sociedad y sus valores
morales y desarrollo social. ¿Ve una relación similar entre el tipo de
gobierno y los patrones estéticos y la calidad del arte y el
espectáculo?
Hoppe: Sí, la veo. El gobierno del estado democrático promueve
sistemáticamente el igualitarismo y el relativismo. En el campo de la
interacción humana, lleva a la subversión y en último término a la
desaparición de la idea de principios eternos y universales de justicia.
La ley es ahogada y sumergida por la legislación. En el campo de las
artes y el juicio estético, la democracia lleva a la subversión y en
último término a la desaparición de la noción de belleza y los patrones
universales de belleza. La belleza se ahoga y sumerge por el llamado
“arte moderno”.
Dado que las comunidades libertarias podrían
desterrar libremente a disidentes por estar en desacuerdo con cualquier
opinión concreta, ¿habría más o menos libre discusión intelectual en un
mundo libertario frente al nuestro? ¿Y frente a un mundo compuesto por
monarquías tradicionales?
Hoppe: La propiedad privada da a su dueño el derecho a discriminar: a
excluir o incluir a otros en su propiedad y determinar las condiciones
de entrada e inclusión. Tanto la inclusión como la exclusión tienen
costes y beneficios asociados para el dueño, que los sopesa cuando toma
su decisión. En todo caso, la decisión del dueño está motivada por su
preocupación por su propiedad y por la razón. Su razonamiento puede
resultar correcto y alcanzar su objetivo o puede resultar incorrecto,
pero en todo caso, la decisión del dueño es una decisión razonada.
El fundador y promotor de una comunidad privada no es probable por tanto
que discrimine y excluya basándose en meras diferencias de opinión. O
si lo hiciera probablemente no atraiga como suscriptores más que
seguidores de un gurú. Normalmente la discriminación se basará en
diferencias en comportamiento, expresión, apariencia, en lo que la gente
hace y cómo actúa en público sobre lenguaje, religión, etnicidad,
costumbres, clase social, etc. El dueño discrimina para alcanzar un alto
grado de homogeneidad de conducta en su comunidad y evitar o reducir
así la tensión intra-comunal y el conflicto; en lenguaje económico:
reducir los costes de transacción y lo hace con la expectativa de que su
decisión será buena para su propiedad y comunidad.
En todo caso, en un mundo libertario habría de hecho mucha más
discriminación que en el actual mundo estatista, que se caracteriza por
incontables leyes anti-discriminación y, por tanto, una ubicua
integración forzosa. En particular, sean cuales sean los otros criterios
que puedan usarse para la inclusión o exclusión, en un mundo
libertario, por ejemplo, ningún dueño de una comunidad privada querría
tolerar (y no discriminar) activistas comunistas o socialistas en su
propiedad. Como enemigos de la misma institución en la que se basa la
sociedad, serían excluidos o expulsados, pero por supuesto seguirían
siendo libres de establecer su propia comuna comunista, kibutz o
cualquier otro “experimento de modo de vida” que ideen.
En resumen y para responder finalmente a su pregunta, un mundo
libertario se caracterizaría por una mucho mayor variedad de comunidades
diferentes, pero relativamente homogéneas internamente y
consecuentemente el rango, diversidad y vigor de la discusión
intelectual con toda probabilidad superarían con mucho cualquier cosa
experimentada actualmente o en cualquier momento del pasado.
¿Tienen
las posturas políticas y éticas libertarias alguna relación con ciertos
juicios estéticos y artísticos? ¿Hay alguna incoherencia en un
libertario que sea, por ejemplo amante del realismo soviético?
Hoppe: Desde un punto de vista puramente lógico, el libertarismo es
compatible con todos y cada uno de los estilos o juicios estéticos y
artísticos. No soy el primero en advertir, por ejemplo, que la obra
artística de la famosa libertaria Ayn Rand muestra un sorprendente
parecido estilístico con el realismo soviético socialista. Igualmente,
he visto posible ser un libertario “perfecto” y no agredir nunca a
ninguna persona o propiedad y aun así ser un personaje completamente
inútil, desagradable o incluso despreciable.
Sin embargo, los asuntos psicológicos son distintos. Aquí, en el reino
de la psicología nos parece que la vida de un vago pacífico o de un
amante del arte realista soviético es de alguna manera incompatible y
está en contra de la vida de un libertario consciente. Cuando vemos tal
conducta o gusto mostrado por un libertario confeso, nos causa una
inquietud y discordancia emocional o estética. Y con razón, creo. Porque
la experiencia humana se caracteriza por la totalidad integrada de
estas tres capacidades: de reconocimiento de la verdad, de la justicia y
de la belleza. Podemos distinguir entre lo verdadero y lo falso,
podemos distinguir lo correcto de lo incorrecto y podemos distinguir
entre lo bello (la perfección) y lo feo (la imperfección) y podemos
hablar y reflexionar sobre las tres nociones. Una vida humana completa,
por tanto, no solo debería ser verdadera y justa, también debería ser
una buena vida. Tal vez no bella y perfecta, pero sí una vida en busca
de la belleza y la perfección. Una vida ejemplar, moral y estéticamente
edificante e inspiradora. Es aquí donde fallan el vago pacífico y el
amante del realismo soviético.
Alternativamente, ¿tiene el
arte algún papel a desempeñar en moldear las ideas políticas y
filosóficas? ¿Puede hacerse de alguna manera que no sea propaganda de
una ideología concreta?
Hoppe: El propósito de las artes visuales y la música es la creación de
belleza en todas sus manifestaciones, No tiene más implicaciones
filosóficas. Aun así, la belleza en el arte y la música y el
libertarismo tienen algo importante en común. También el libertarismo es
bello. No estéticamente, por supuesto, sino lógicamente, como una
teoría social sencilla y elegante.
Respecto de las artes completa o parcialmente discursivas (narrativas),
sí, pueden servir como un vehículo para la promoción de ideas políticas y
filosóficas. Se puede llamar propaganda a esto. Pero estas ideas pueden
ser verdaderas y buenas o falsas y malas. Y aunque no soy una persona
del arte, prefiero tener más artistas propagando las ideas verdaderas y
buenas de la propiedad privada y el capitalismo como Ayn Rand, por
ejemplo, y menos artistas propagando las ideas falsas y malas de la
propiedad privada y el socialismo, como, por ejemplo, Bertolt Brecht.
Pero no es necesario un programa filosófico para hacer arte, uno puede
contar historias por sí mismas. Tampoco un propósito filosófico basta
para hacer arte. Para hacer arte, una narrativa debe sobre todo
caracterizarse por su verdad (en el sentido más amplio del término), por
la inteligibilidad, la coherencia interna, el dominio del lenguaje, la
expresión y el estilo y un sentido de humanidad y de justicia humana:
del medio y de lo intencional y lo no intencional en la vida, de lo
correcto y lo incorrecto, de lo bueno y lo malo.
¿Tienen las ideas discutidas por los intelectuales algún efecto práctico en la historia de la sociedad humana?
Hoppe: No soy ningún seguidor de J.M. Keynes, pero cuando dijo que “las
ideas de economistas y filósofos políticos, tanto cuando tienen razón
como cuando se equivocan, son más poderosas de los que se entiende
comúnmente. De hecho, el mundo se gobierno con poco más. Los hombres
prácticos, que creen estar bastante libres de cualquier influencia
intelectual, normalmente son los esclavos de algún economista difunto”,
tenía razón. De hecho Keynes es ese mismo economista difunto,
pronunciando ideas equivocadas y a quien se esclavizan intelectualmente
los hombres prácticos de hoy.
¿Es la vida académica en su
estado presente un entorno asno para un intelectual? ¿Puede sobrevivir
como intelectual en algún otro lugar?
Hoppe: Eso depende del intelectual. La vida académica puede ser muy
confortable para algunos utilizando tópicos izquierdistas políticamente
correctos durante años. Por el contrario, para un austro-libertario (e
incluso más para un austro-libertario culturalmente conservador) la vida
académica es difícil y a menudo exasperante. Con persistencia y cierta
suerte se puede llevar a cabo y sobrevivir, pero si no te vendes o al
menos te callas, deberías estar dispuesto a pagar un precio.
Sin embargo, hoy en día, gracias a Internet, también se puede sobrevivir
como intelectual fuera de la academia oficial. Con mínimos costes de
entrada, la competencia es feroz, pero las oportunidades parecen
ilimitadas. Resulta alentador que hoy haya varios intelectuales
austro-libertarios que han ganado importancia y dinero a través de esta
ruta.
Si pudiera cambiar mágicamente una creencia en las mentes de todos en las sociedades actuales, ¿cuál sería y por qué?
Hoppe: Coincido en esto con mi principal maestro y mentor, Murray
Rothbard. Solo querría que la gente reconociera las cosas como son de
verdad. Querría que entendieran los impuestos como robo, los políticos
como ladrones y todo el aparato y burocracia del estado como una
estructura de protección, una empresa similar a la Mafia, solo que mucho
más grade y peligrosa. En resumen: querría que odiaran el Estado. Si
todos creyeran e hicieran esto, entonces, como ha demostrado É. de la
Boétie, todo el poder del estado se desvanecería casi instantáneamente.
¿Qué influencia positiva tuvo Habermas en su pensamiento? ¿Hubo asimismo influencias negativas de este?
Hoppe: Habermas fue mi principal maestro de filosofía y dirigió mis
tesis en la Universidad Goethe en Frankfurt am Main, Alemania, en
1968.74. Mediante sus seminarios conocí la filosofía analítica británica
y estadounidense. Leí a K. Popper, P. Feyerabend, L. Wittgenstein, G.
Ryle, J.L. Austin, J. Searle, W.v.O. Quine, H. Putnam, N. Chomsky, J.
Piaget. Descubrí a Paul Lorenzen y la Escuela de Erlangen y la obra de
K.O. Apel. Sigo creyendo que fue una formación intelectual bastante
buena.
Así que, personalmente, no tengo quejas. Sin embargo, respecto de la
influencia de Habermas en Alemania y en la opinión pública alemana, ha
sido un desastre sin paliativos, al menos desde un punto de vista
libertario. Habermas es hoy en Alemania el intelectual público más
alabado y Sumo Sacerdote de la “corrección política”: de la
socialdemocracia y el estatismo del bienestar, del multiculturalismo, la
anti-discriminación (acción afirmativa) y la centralización política,
aderezada, especialmente para consumo alemán, con una fuerte dosis de
retórica “antifascista” y vendiendo una “culpabilidad colectiva”.
¿Merece la pena leer literatura? ¿Cuál es libro literario favorito?
Hoppe: Eso debe decidirlo cada uno. Personalmente, nunca he leído mucha
literatura. Si quiero una lectura más “ligera”, normalmente leo
historia, incluyendo novelas históricas, biografías o críticas
literarias y culturales al estilo de H.L. Mencken o Tom Wolfe.
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