Borrell se jubila pero desvela que los catedráticos en España solo trabajan 4 horas a la semana y cobran 5000 euros al mes
La verdad de la situación económica, laboral y social de España no se
conoce por lo que sucede en el hemiciclo del Congreso o se publica en
la prensa oficial, sino por lo que se comenta en voz baja en los
pasillos de la Carrera de San Jerónimo. Allí se ha sabido este miércoles
por qué el ministro de Educación, José Ignacio Wert, no ha sido cesado por Mariano Rajoy
pese a sus constantes “meteduras de pata”. Y han sido los socialistas
los que aseguran haber descubierto el “pastel”: por medio de su
ex-compañero de filas, ex-ministro y catedrático, Josep Borrell, han sabido que los catedráticos en España “solo trabajan 4 horas”. ¿Al día?. “No, a la semana”. Borrell ha pedido la jubilación anticipada en la Universidad Complutense,
pero el resto de sus compañeros catedráticos guardan silencio para no
perder sus privilegios y con ello sostener al actual régimen. Muy pocos
se atreven a denunciar y ahora se recuerda la valentía del catedrático
murciano Alejandro Nieto, ex-director del CSIC, que fue el primero en alertar de la existencia de un “pacto de Estado para fomentar la corrupción y financiar a los partidos políticos”.
Ningún catedrático baja en España de los 60.000 euros anuales, unos 5000 euros al mes gracias a trienios, complementos, pluses, etc… Y, en efecto, solo imparten clase 4 horas a la semana. El resto del tiempo, afirman estar en su casa “investigando”,
aunque se han descubierto numerosos casos de catedráticos que en
realidad desempeñan otros trabajos privados, incluso en la política. Esa
situación privilegiada es la que les lleva a guardar silencio ante
todos los ministros del ramo que prorrogan sus bicocas laborales, lo que
ha llevado a considerar su estatus como “el de menor nivel de estrés”
en todo el mundo, según el estudio de la periodista Patricia Ruiz Ruescas.
Wert y Montse: una pareja de enamorados pero que conoce bien el CSIC
En el Congreso están convencidos de que esto es lo que ha ocurrido con el crédito extraordinario de 70 millones de euros para el CSIC que el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, aceptó finalmente conceder a esta institución. Entre los diputados se asegura que el
CSIC es uno de los focos de corrupción académica más gruesos de España,
y donde el nepotismo, el enchufe y la dilapidación de fondos públicos
campan a sus anchas.
La propia amante de Wert, la secretaria de Estado “Montse” Gomendio, trabajaba en el CSIC junto a su ex-marido, Eduardo Roldán
(el CSIC, como la universidad, es un ente endogámico poblado de
maridos, esposas, hijos, cuñados, primos, nueras, etc…) y conocía bien
el paño: cuando Wert y Gomendio dictaron el recorte de 70 millones de
euros, pretendían que la institución que representa en España la
investigación universitaria (y que sobresale en el mundo por sus escasos
resultados y abultados presupuestos) se centrara en los “retornos” y no
en “abstracciones”.
Alejandro Nieto, el único catedrático del CSIC que se ha atrevido a denunciar la verdad
Pero el CSIC es uno de los “lobbys” más poderosos del país: 135 centros, el tercero con más recursos de Europa. Y además cuentan con la complicidad de políticos y sindicatos dependientes de ellos. El catedrático Alejandro Nieto, ex-director del CSIC, ya denunció que existía un “pacto de Estado para fomentar la corrupción y financiar a los partidos políticos”,
pero en lugar de ser premiado por su valentía fue condenado al
ostracismo. Fue imposible: está tan arraigada la cultura de la
subvención entre los profesores e investigadores y es tanta la
desconexión con las necesidades reales de la sociedad civil, que
prefirieron emplear tácticas de supervivencia: trabajos a “ralentí”,
absentismo, baja intensidad laboral, quejas a la prensa, grupos de
oposición y familiares de ministros del Gobierno… El resultado fue que Montoro
revocó su recorte, Wert el suyo y los “científicos” españoles salvaron
sus generosos emolumentos públicos sin control de calidad o asistencia. Así funciona el poder en España, según describían estos diputados por la experiencia que les cuentan sus protagonistas.
Forges dibujó la situación del CSIC a requerimiento de varios científicos honrados y marginados
El problema, sin embargo, subsiste: son tantos los sueldos y bicocas inútiles que hay que sufragar, que pese
a los 70 millones de euros, el CSIC necesita otros 30 millones
solamente para acallar a otros investigadores que se sienten
discriminados. Y no hay más dinero. Los funcionarios más honrados han denunciado que el presidente, Emilio
Lora Tamayo, ha repartido 600.000 euros en “gratificaciones” a 129
altos cargos con absoluta opacidad y en un contexto de fuertes recortes. Son los conocidos “enchufes” de la casta, en este caso científica, a la que ha llegado a calificarse como “organización delictiva” debido a sus continuos desfalcos de dinero público por parte de sus integrantes:
“Un funcionario robó al menos 1,6 millones de euros al CSIC
durante más de diez años. Ahora en paradero desconocido, fue haciéndose
desde 1999 con pequeñas cantidades de fondos europeos para
investigación”, denunció la periodista Cristina Garrido.
El descrédito es de tal calibre y la corrupción está a tal orden del
día, que algunos científicos con más ética y escrúpulos le pidieron al
humorista Forges que denunciara la situación en una viñeta, cosa que hizo.
Lora Tamayo, presidente del CSIC: su padre ya lo fue con Franco… y funcionaba bastante mejor
En la Cámara Baja también se asegura que todos los rectores, vicerrectores y decanos de las universidades españolas, que son también profesores gracias a la autonomía universitaria, han sido los que han decidido los despidos de casi 15.000 profesores universitarios en España.
Algún día se conocerán sus nombres, pues ahora se amparan en el
anonimato porque el sistema de financiación universitaria en España es
muy peculiar: El Ministerio de Economía y Competitividad, en efecto,
recortó las transferencias de dinero a las autonomías, éstas a su vez lo
recortaron a las universidades y éstas por último decidieron donde
aplicar la tijera: en los propios profesores. En lugar de suprimir las obras
faraónicas, enormes campus con jardinería ZEN, viajes, dietas,
complementos, subvenciones a restaurantes, etc… y hasta viviendas para
residencia de los propios profesores, que se están produciendo en casi
todos los recintos universitarios, optaron por lo más fácil:
suspendieron los contratos de los profesores que enseñaban materias
experimentales, los denominados “profesionales”.
Estos
son los rectores universitarios responsables de los despidos de
profesores: algún día saldrá la lista completa junto a sus vicerrectores
y decanos.
De esta forma, en Medicina se suprimieron los cirujanos, en Derecho a los abogados, en Arquitectura e Ingeniería a los arquitectos e ingenieros o en Comunicación Audiovisual o Periodismo a los periodistas. Y se quedaron los que solo imparten materias teóricas y científicas, lo que descuelga definitivamente a la universidad pública española del mercado de trabajo.
De ahí el éxito de las universidades privadas, escuelas de negocios y
master de postgrado, que han proliferado en los últimos años y que
suponen la única posibilidad de “enganchar” a los estudiantes
universitarios en un puesto de trabajo, aunque sea precario. El problema
es que sus precios son tan altos que los hacen imposibles para las
clases medias urbanas -no digamos los sectores más populares-, por lo
que el egoísmo y la miopía de los propios profesores de las
universidades públicas está provocando su propia extinción a medio
plazo. Alguno incluso lo ha expresado con fatalismo: “Terminaremos como conserjes de las universidades privadas on-line”.
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